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NO quiero ir al circo

En estos días, la ciudad la que vivo está en fiestas, como todos los años el circo ha llegado a la ciudad y muchos aprovechan para ir a ver el espectáculo en el que las estrellas principales son los animales. Aparentemente en el circo todo es fiesta, pero detrás de las risas se encuentra la tragedia que sufren los animales.

Independientemente del cariño con el que los cuidadores los traten, no deja de ser una crueldad que animales salvajes sean encerrados en jaulas de reducido tamaño y sometidos al estrés de los viajes constantes y espectáculos diarios.

La mayoría de los animales que se exhiben han sido criados en cautividad, pero esto no hace que desaparezca su instinto, lo que crea en ellos comportamientos extraños fruto de la ansiedad que sienten. Cuando vemos a un león moviéndose de un lado a otro de su jaula, no es una expresión de su fiereza, es un comportamiento compulsivo y repetitivo consecuencia del estrés provocado por la situación en la que encuentra.

Durante las actuaciones los animales son obligados a realizar movimientos que en la naturaleza jamás realizarían, un elefante no tiene la necesidad de levantarse sobre las dos patas cuando se encuentra en su hábitat. En algunos casos, para que sea más sencillo realizar la función, los animales son drogados para aumentar su docilidad.

Cuando los animales son viejos y dejan de ser útiles para sus dueños, las opciones son varias, algunos terminan en zoos, otros son vendidos a circos con menos recursos donde permanecerán hasta el final de su vida y otros son llevados a campos de tiro empleados en cacerías ilegales.

En algunos países ya se prohíbe el uso de animales salvajes y otros establecen la prohibición de ciertas especies en los circos. En España, a nivel estatal, la poca legislación que se aplica, es muy ambigua y abierta a diversas interpretaciones por lo que los circos terminan pasando por la geografía española sin apenas control. Por suerte empiezan a proliferar “localidades libres de circos con animales” donde las ordenanzas municipales prohíben este uso de los animales en espectáculos a la espera de una legislación nacional más estricta.


 
«Una vez que aceptamos que una criatura viva siente dolor, si deliberadamente la hacemos sufrir, somos igual de culpables. Sea humana o animal, nos embrutecemos a nosotros mismos.» 
Jane Goodal
 
isa: Ingeniera técnica agrícola y licenciada en ciencias ambientales por la Universidad de Salamanca. En busca de una vida más sostenible.
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